Hola! Mi historia es particular, pero lo más importante es que espero que ella sea fuente de cambio para las mujeres que se encuentran indecisas o que desconocen sus derechos.
José María Chavarría Quirós.
Noviembre 2006.
Gerardina Parto en CCSS HospitalTengo 29 años y dos hijos, hace tres nació mi hijo mayor; en un Hospital de la CCSS en una sala de partos enfriada por un aire acondicionado terrible y decorada con los peores colores que se pueden utilizar en un lugar que se espera sea el más acogedor para la bienvenida de tu bebé. Mi primer embarazo fue normal, sano pero sobretodo precioso. Siempre le he dado gracias a Dios por darme la gracia de poder disfrutar esta hermosa parte del ser mujer.
Cuando mi hijo José María estaba por nacer yo era consciente de
la facilidad, ventajas y beneficios de un parto en casa y la idea me
agradaba, pero en mi última cita prenatal con mi ginecóloga se adelantó
el proceso de parto una vez que se me practicó un tacto, el cual fue
doloroso. Al día siguiente se rompió la fuente, los dolores no
aparecieron. Como mamá primeriza consideré bueno avisar al resto de mi
familia que el proceso había comenzado, pero fue un error todos se
estresaron y me estresaron a mí, me llamaban a mi casa cada hora para
saber “si ya había nacido” y al pasar las horas y saber que yo seguía en
casa iniciaron los comentarios como: “se va a infectar, se le va a
morir ese bebé, que espera para ir al hospital, no crea que es bueno
quedarse en la casa, si te quedas ahí se te va a complicar ese parto…”
únicamente mi mamá expresó: “si no te duele nada todavía no va a hacer
nada en el hospital”.
Catorce horas después los dolores no habían iniciado aún y por
tanta presión y tantos comentarios desmeritando mis decisiones sobre mi
cuerpo y mis sentimientos me fui para el hospital. Y ahí lo peor inició
en emergencias el joven que me atendió se encargó de cuestionar el
porqué no me dejaba hacer tacto, porqué duré tanto en ir al centro
médico y que porqué hablaba tanto si en ese consultorio el que había
estudiado medicina era él y no yo, él se resignó tanto de mi actitud que
se quitó sus guantes y los lanzó a la basura y me amenazó con no
internarme si seguía negándome al procedimiento de la Caja, por lo que
tuve que bajarme los pantalones y abrir las piernas para que él se
sintiera tranquilo y para darse cuenta no había dilatado nada, aunque yo
se lo había indicado segundos antes.
Una vez en maternidad se me administró el suero a las nueve de la
noche. Mi esposo debió irse y a partir de ahí quedé sola en una cama
con el suero y cuatro paredes mal pintadas! No recibí chequeo
“profesional” hasta las dos de la mañana, creo que tenía cuatro
centímetros por lo que se me permitió llamar a mi esposo, él llegó y
volvimos a estar solos sin instrucciones ni apoyo hasta las cuatro que
llamé al obstetra porque los dolores eran inmanejables y continuos, él
dijo que tenía ocho centímetros y pasé a la sala de parto. Cuando me
subí a esa cosa noté que ya no me dolía nada, me acosté y las
contracciones dejaron de sentirse, ahí el obstetra y su ayudante
empezaron a recriminarme el porqué no pujaba, porqué cerraba los ojos,
porqué “soltaba” las contracciones.
Todo fue su procedimiento contra lo que yo sentía o quería, no
sabía cuando pujar y nunca se me indicó cómo y cuándo hacerlo, quería
concentrarme en mi cuerpo y me decían: “pero no se duerma”, la ayudante
se abalanzó con todo su cuerpo sobre mi vientre y me cuestionaban porqué
suelta la contracción, para esto el protocolo de la Caja sugiere
colocar oxígeno a la paciente. Después de dos horas en esa cama con
estribos altísimos mi hijo no nacía y comentarios y gestos negativos
comenzaron. La asistente se preocupó por ayudarme!, me decía: “muchacha
trate de sacarse los dedos del doctor, ¿no los siente?, él le está
haciendo campo”. Llegó el cambio de turno y la nueva obstetra se asustó
al ingresar sólo expresó: “hágale piquete!”, se me colocó más ropa
encima y ella tomó el proceso hablando conmigo y
Jose Maria nacio en el hospitalen cinco minutos mi hijo nació! Tuve un desgarro de cuatro puntadas hacia la izquierda y un piquete de seis puntadas hacia la derecha. El desgarro sanó en una semana pero el piquete duró más de tres.
Mi bebé nació sano, pero nunca logramos que tomara el pecho, de hecho
al día siguiente una enfermera me gritó en medio salón “qué, es que
está esperando que se le muera ese bebé, oh! estas mamás que no saben
que se les puede morir el chiquito”.
Cuando tuve la salida y crucé
las puertas del hospital, tuve el sentimiento más profundo de
frustración, miedo, acoso y decepción por lo que había vivido los tres
días que debí estar ahí. Nunca logré sentirme orgullosa de ser madre y
de tener un bebé precioso y sano en mis brazos, no hasta que superé la
depresión postparto que inició detrás de esas puertas y terminó tres
meses después.