Nacimiento de María Belén Vargas León
11 de Marzo del 2012, 1:38 p.m.
Peso: 2600 kg. Talla: 47 cm.
Nacimiento de Maria Belen
Después de tener la maravillosa experiencia del nacimiento en casa de nuestro primer hijo Sebastián (ahora de 3 años), esperábamos con ansias conocer nuestra segunda bendición: María Belén.
Yo tenía todo preparado en mi mente (como controladora que soy) desde el momento que me dí cuenta de mi embarazo: ejercicio, buena alimentación, descanso… todo perfecto; pensaba ¿qué tan diferente puede ser este embarazo?, ya tuve la experiencia y sé qué puedo hacer. Sin embargo, estaba totalmente equivocada…
Los primeros cuatro meses después de intentos fallidos por seguir mi vida normal, comencé a vomitar hasta nueve veces al día; no pude trabajar por ese tiempo, y sólo deseaba que todo terminara pronto.
En nuestra deseperación por disminuir el problema surgido (hematoma placentario) por el exceso de vómito, acudimos a varios médicos. Debido a esto, en varias ocasiones nos dijeron que según el ultrasonido nuestro bebé era demasiado grande para nacer de manera natural y era posible que tuviera que nacer antes. Este veredicto, por supuesto, nos impactó mucho, y comenzó una lucha emocional intensa entre lo que yo pensaba de mi cuerpo y lo que me decían los demás…
Un día, mientras regresábamos de la casa de mi mamá (que estaba enfermándose por nervios debido a los muchos comentarios que hacían los doctores sobre el embarazo), mi esposo, cansado de verme buscando opciones para el parto, me dijo: «Hannia, no importa lo que otros digan, dígame honestamente ¿dónde quiere tener usted a Belén?», a lo que respondí: Si me preguntan a mí, la verdad, ¡en mi casa!».
Gracias a Dios y a la confianza que tiene mi esposo en mí (que no tengo yo!) llamamos a doña Rebecca Turecky (nuestra midwife). Después de una conversación con ella, y con el «nudo pegado» como decimos en Costa Rica, le comenté mi situación e inseguridad. Entonces me dí cuenta qué fácil es para los médicos hacer perder la fuerza y la confianza en nuestro cuerpo y comencé a animarme nuevamente, no si antes escuchar un último comentario preocupante con respecto a la cantidad de líquido que tenía la bebé, èsto con buenas intenciones del médico de ayudar a que ambas estuviéramos bien. Pero ya era tarde, ya había recuperado mis fuerzas para creer en el poder de Dios, y me preparé para recibir a Belén en nuestra casa.
Un día antes de la fecha estimada para el parto iniciaron las contracciones que iban y venían, y yo pensaba… no creo que esto sea aún. Sin embargo, como por arte de magia, comencé con el vómito nuevamente a las 3 de la tarde; para las siete de la noche ya había vomitado cuatro veces, y me sentía muy mal. A eso de las ocho, en otro episodio de vómito, mi fuente se rompió.
Una vez más, tuve el apoyo de mi tía Ania en el parto, quien no dudó en llegar apenas se enteró de lo que pasaba. Y nuevamente tenía yo imágenes de cómo quería que fuera mi parto, después de que todos me decían que sería muy rápido… pero una vez más estábamos equivocados…
Me sentía tan débil por el vómito que no quería caminar, subir gradas, nada… pero sabía que era necesario y estaba decidida a hacerlo. Mi cuerpo que gritaba que durmiera, y a veces le hacía caso! Ya cuando todos creyeron que se iba a alargar el proceso por otras horas más porque yo accedí a mi necesidad de dormir un poco, escuché en mi sueño de cinco minutos mi cuerpo pidiendo algo más, un cambio. Parecía irreal, pero me sentía espectadora de mis instintos…ya no era yo, ya no tenía control sobre lo que hacía, era mi cuerpo dando paso a la fuerza natural que tenemos. Esto y la guía de doña Rebecca sobre las respiraciones me mantenían en pie para seguir el proceso a pesar de que no sentía fuerzas ya y de que el vómito nunca cesó. Cuando doña Rebecca escuchó mi necesidad por cambiar, me pasó a la piscina, y en tres o cuatro fueeeertes contracciones apareció Belén… nadando y probablemente pensando que el útero de su mamá se había hecho más grande! Sus grandes ojos abiertos entre el agua desataron el llanto de todos los que estábamos allí.
Estuvimos 19 horas en labor, y entre contracciones, vómitos e intentos fallidos por comer, habíamos logrado nuestra meta. Sí, habíamos logrado nuestra meta porque sin el apoyo y AMOR de Marlon (mi esposo), Ania (mi tía, que ahora llamo mi doula!), y la sabiduría y espiritualidad de doña Rebecca (nuestra midwife) hoy estuviera contando la historia de mi cesárea!
De todo corazón, gracias!
Sebastian conoce a su hermanita!