Santiago Chavarría Quirós.
Setiembre 2009.
La historia de Santiago es diferente, desde que sobrepasamos lo vivido con mi hijo José María en un hospital de la Caja se tomo la decisión: “hasta que Dios nos lo permita, yo no voy a tener a mi bebé en un Hospital”. Desde el inicio del embarazo contacté a mi obstetra y amiga Rebecca para que nos llevara el control prenatal. Tuvimos las citas en mi casa, cuando se pudo mi hijo participó de ellas. Siempre se me apoyó y guió para tener un buen embarazo y lo logramos.
Durante mi embarazo tuve temor de sufrir de nuevo, pero aprendí una cosa: como mujer debo creer en lo que mi cuerpo dice y desea, el temor y el sufrimiento llegara sólo si yo lo permito. Por eso siempre estuve convencida de que esperaría en casa la llegada del bebé, de modo natural sin intervenciones, cuestionamientos o aislamientos de los que quiero.
Ya tenía 39 semanas y unos días, en una madrugada un dolor me despertó pero no se repitió más, al amanecer sentí la necesidad de arreglar y dejar listas muchas cosas, a la siguiente madrugada a la misma hora me despertó “las ganar de ir al baño” pero no aguanté y creí que me había orinado en la cama! Pero no, era la fuente, mi bebé ya quería nacer. Al amanecer me di cuenta que los dolores aún no empezaban, por lo que empezamos a preparar la casa para la llegada, únicamente le avisé a mi mamá y a mi prima que me acompañaría en el parto. El día transcurrió normal, la noche llegó y durante la madrugada a la misma hora: 3:10 a.m. iniciaron las contracciones cada 10 minutos pero al amanecer desaparecieron o eran muy irregulares.
Salí a caminar con mi obstetra después del almuerzo, al regresar a casa seguí tomando agua y comiendo cuanto quería, descansé un rato, Rebeca me hizo un masaje que me permitió dormir un ratito, luego tomé una ducha bien caliente que aceleró las contracciones a cada 7 ó 6 minutos, cenamos, conversamos y compartimos mucho, continué caminando dentro de la casa, nunca paré de caminar!
A eso de las nueve Rebe me revisó y tenía cuatro centímetros de dilatación, por lo que tomé otra larga y caliente ducha; las contracciones empezaron cada cinco minutos! Mi hijo mayor aún estaba despierto y creo que percibía el proceso, pero se mantuvo alerta y cuidadoso de mí. A la hora me abrazó y se fue a dormir tranquilo.
Antes de media noche entré a la tina caliente, ya Rebeca me había explicado muchas cosas del proceso como por ejemplo cómo manejar las contracciones, después de algunas me sentí realmente muy cansada, ya iba a cumplir 48 horas de estar alerta a los mensajes de mi cuerpo, de mi vientre y de mi bebé, pero como por gracia de Dios dentro del agua entre contracciones lograba dormir ratitos, sentía confianza y sabía la siguiente contracción me despertaría para continuar el trabajo. Me sorprendió mucho verme sudando aún estando dentro del agua!
A pesar del tiempo en espera, mi obstetra confió en mí y me apoyó incondicionalmente y cuando toda mujer en labor dice: “ya no aguanto más” es, que llegó la hora de nacer! El ritmo de las contracciones no se perdió, pero ya eran diferentes, por lo tanto las nuevas instrucciones de Rebeca me ayudaron a superar la labor. Algo que nunca olvidaré es que me preocupaba no saber cuándo pujar, pero Rebecca siempre decía: “tranquila, tu cuerpo solito te va a decir qué hacer en el momento indicado” y así fue. Santiago nació a la una de la mañana al sacar su cabecita abrió los ojos y empezó a parpadear, cuando salió el cuerpo lo tomé inmediatamente y él se sujetó a mí fuertemente. Observó los alrededores, buscaba mi rostro con la manita, estaba súper tranquilo es precioso!!! Duramos como diez minutos disfrutando el momento dentro del agua, luego salimos al banquito para expulsar la placenta y cortar el cordón.
Todo estaba bien con migo y con bebé, por lo que a las tres de la mañana yo ya tenía junto a mí en mi cama, en mi casa con mi ropa, con pijamita caliente a mi bebé y a mi esposo, durmiendo tranquilos. Al amanecer empezamos a disfrutar del nuevo bebé, ya somos cuatro!!!
Recuerdo que todas las etapas de las que Rebecca me había hablado se iban cumpliendo poco a poco, no era necesario acelerar el proceso por una muy buena razón, Dios hizo a la naturaleza perfecta!