El parto, sin el laberinto de la soledad

Creo que uno de los momentos de mi vida donde me sentí más poderosa, pero también más asustada, fue durante el parto de Ignacio.

El parto, es de lo más básico que nos pasa, nuestros sentimientos van más allá de lo humano, si lo logramos, trascendemos. Es, casi casi, como pasar de ser un gusano a ser una mariposa y batir las alas para volar.

Mi abuela parió a mi mamá en su casa, como muchas mujeres de la época, eso era lo normal. Luego otros de sus hijos vinieron a nacer en el hospital.

Hoy en día, casi todas mis amigas y conocidas tienen a sus hijos en el hospital, de una forma “moderna,” es decir: con anestesia y por césarea. La mayoría de los doctores programan la césarea inclusive antes de que la paciente lo pida. “Es más práctico dicen”, “usted tiene más de 30 y es peligroso.” Las otras mujeres y médicos, nos dicen que no podemos parir: es “horrible”, “dolorosísimo,” “mejor te operás,” vas por el embarazo con la panza y sintiendo terror del momento de sacar al bebé.

Y claro, es como la profecía autocumplidora, tanto te dicen que no podés que al final, obvio, no podés.

Sin embargo parir no es una experiencia espantosa. Es uno de los actos más sublimes que podés vivir, la sensación de que una fue capaz de ayudar a ese pequeño y delicado bebé a pasar el ritual de la llegada a este mundo. Es, creo, uno de los actos de amor más hermosos. Pero no es fácil, para nada es fácil.

Recuerdo que en un momento, cuando sentía que no podía sacar a Ignacio se lo dije a mis parteras y a mi doula. Ellas respondieron algo tan sencillo pero tan fundamental: “todas hemos sentido eso.” Esas simples palabras me hicieron sentir que no estaba sola. Era, al igual que el parto de mi abuela, un parto en casa, ahora la rara era yo.

Una mamá blogera. Moni, que tuvo su parto en casa lo dijo con hermosísimas palabras: “al poco rato le pregunte a Laura que pasaria si decidiera ir al hospital, que harian alla por mi?, ella dijo que muy probablemente sacarian a Nyn con forceps o con la bomba de vacio, que tambien me harian una episiotomia, Laura pensaba que esto seria una lastima a despues de tan buen progreso, ademas de estar impresionada pues en sus 20 anos como partera nunca habia visto tal serenidad en un trabajo de parto. Me dijo mirandome a los ojos que solo era cuestion de voluntad, de mi voluntad para seguir.” (sic)

Ese momento, la mirada a los ojos, el momento donde te ves en otros ojos, en el que alguien te dice que si podés. Ese es el instante donde una se sabe poderosa, te das cuenta que sos capaz porque alguien cree en vos, sabés que no estás sola.

A mi amiga Laia el médico le dijo, para su segundo embarazo, que tenía que ser césarea, que tenía que sacarla casi en diciembre (la bebá nació en enero) y que además ella no había producido suficiente leche para su primer hija. No se en que ojos se miró Laia, pero fue capaz de demostrar el error enorme del médico, la hermosa Teza nació por parto natural y crecío pegada a la teta de su mamá.

Tengo la firme convicción de que, vivir ese momento, ese instante donde te sabés capaz, te hace saber que de ahí en adelante, podés ser la mamá de ese bebé, es como una graduación. Cada una vive su graduación a su manera y en su momento, pero para mí, ese instante fue fundamental.

Sin embargo no siempre vivimos el momento así, tengo muchas amigas que. aunque tuvieron su parto acompañadas por su esposo o novio, él estaba tan asustado como ellas. No había alguien que les explicara con paciencia y tranquilidad. Alguien que estuviera con ellos y les diera ánimo, que orientara al acompañante. Recuerdo el caso, casi trágico cómico, donde Indira cuenta “Lunes 19, 14:30 hrs. Llega un doctor grande ya, rarisimo, con voz imponente acelerado y parecia que no escuchaba a nada ni a nadie.

Solo me vio, y dijo C-E-S-A-R-E-A, asi como lo leen de verme nomás.

[…] Me prepararon para operar, yo ya estaba llorando y temblando, nunca me habian operado de nada, y tenia miedo, el dolor no cedia y me sentia peor!!!!

Hicé una toma de rehén hasta que cumplieran mi petición, aunque no lo crean!!!
Le dije al enfermero: Tu no te vas hasta que me traigan a la doctora con la epidural, yo ya no aguanto!!!!”

Indira tomó por los cuernos el asunto, y buscó la mejor forma de vivir su situación, pero ella es una mujer muy valiente.

No toda la gente recuerda su parto como un momento donde se sintió poderosa, donde supo que era capaz. Siempre, o casi siempre, es un momento hermoso, de encuetro grandioso, pero no siempre salimos de ahí sabiendonos poderosas, sabiendo que el momento fue nuestro, no de los médicos o las enfermeras, NUESTRO.

Para mí es fundamental ese instante donde te ves en otros ojos y sabés que podés. En ese instante te das cuenta que podés ayudar a tu hijo o hija a nacer, que la fuerza esta dentro tuyo, en miles de mujeres que antes de vos, lo hicieron. A veces los ojos son de enfermera, a veces de un médico, a veces son de alguien con quién hablaste, pero son como un instante de lúcidez.

Tener a una persona a tu lado, capaz de saber que decir o como actuar, es fundamental. No importa si es un parto en casa, o en el sistema hospitalario. Tener a alguien, que te ayuda a vivir el momento y a tomar deciciones, lo hace realmente maravilloso.

Yo tuve a tres brujas sabias a quienes aún considero mis amigas.

Por
Nuria Badilla Arroyo