Nacimiento de Samantha en casa.

Nacimiento de Samantha en casa.

Últimos minutos de labor


El domingo 17 de junio del 2012 por una casualidad me di cuenta que estaba esperando mi tercer bebé, al principio me asusté y lloré mucho no por el hecho de tener un hijo más, ni me preocupaba la economía ya que creo en que Dios no abandona y el provee lo necesario, pero desde ese instante me sentí aterrada y pensaba “parir otra vez…no puede ser que horror”, y es que la historia de mi primer parto debo admitir que me marcó a tener miedo a la experiencia en sí, y aunque mi segundo parto no fue igual de todas maneras el miedo permanecía allí.  

Empecé a buscar entonces opciones para tener un parto menos “doloroso” (decía yo) pensé en buscar una epidural e incluso en algún momento pensé “sería genial que mi bebé se siente para que me hagan una cesárea”, poco a poco y tras de mucho meditarlo me di cuenta que en realidad mi miedo no era al dolor sino a todo el ambiente que se desarrolla alrededor del trabajo de parto y el parto, según mis experiencias previas por supuesto: los catéteres, los sueros, los tactos, las suturas, la inmovilidad, etc. Recordé el gran alivio que sentía en las labores de parto al sumergirme en el agua, al caminar y tomar diferentes posiciones, así que me dije a mi misma: ESO ES LOQUE QUIERO, PARIR EN PAZ. 

No tenía idea, ni siquiera de cómo llevar a cabo mi idea por allí leía en internet y redes sociales sobre los partos en casa y partos en agua, lo que si tenía claro es que añoraba y mi instinto me pedía probar el parto en agua. Luego de asistir a un taller de preparación para parto humanizado de Mamasol, me enamore de la idea, aunque debo admitir que me parecía “descabellada” y me daba mucho miedo ya que un parto en casa no es lo “normal” en nuestro país. 

Ese fin de semana además, me paso algo muy hermoso, retomé la confianza en mí misma, y sobre todo me di cuenta de que soy parte de la naturaleza que Dios creó y el no comete errores todo lo hace perfecto, así que yo si estaba preparada para parir, sólo que nunca me habían dejado parir en paz, y en última instancia eso es lo que yo quería PARIR EN PAZ, con mi ritmo, a mi manera sin intervenciones innecesarias, sin que me intimidaran, sin la soledad de estar sin el apoyo de mi esposo, a él lo quería a mi lado desde  el inicio, no quería tactos dolorosos y que me hicieran sentir avergonzada, no quería agujas innecesarias en mi cuerpo, “ayuditas” para acelerar el proceso, pasamos los siguientes meses pensando, meditando y sobre todo orando mucho para tomar la mejor decisión.

Finalmente, David, mi esposo, quien me ama y me conoce muchísimo, me dio una gran sorpresa ya casi finalizando el embarazo: tendríamos el parto en casa, la noticia me la dio en presencia de esas dos personas, que Dios puso en mi camino y estuvieron allí en un momento muy especial, mi partera y mi doula. Debo admitir que me sorprendí tanto que sentí una mezcla de emociones, alegría, miedo, duda, esperanza; lo puse en manos de Dios y empezamos a prepararnos rápidamente para el gran día. 

Yo si sé parir, sólo que no me habían dejado hacerlo en paz, hasta el día en que nació Samantha María…

El sábado 16 de febrero con 39 semanas, desperté a eso de las 6 am con muestras y algunas contracciones no muy fuertes pero seguidas, decidimos llamar a nuestra doula para informarle que quizás en el transcurso del día arrancaría la labor de parto activa, por esas cosas de la vida al ser aproximadamente las 10 am llegaron mi doula y mi partera a mi casa, ya que creyeron que yo había anunciado la verdadera labor de parto, sin embargo inexplicablemente las contracciones más bien se habían detenido, y se convirtieron en leves y muy esporádicas, aprovechamos entonces para conversar un poco y gozar un ratito, mi partera me revisó y no tenía dilatación importante sin embargo el cuello del útero estaba “como mantequilla”, a eso de la 1pm ellas se retiraron hasta nuevo aviso.

Mi esposo David, mis hijas, Fiorella e Isabella y yo continuamos nuestro día de forma normal, las contracciones no intensificaron pero tampoco desaparecieron por completo y yo tenía esa intuición de que pronto acontecería algo más significante, así que decidimos ir a dejar las niñas a casa de mi mamá a que pasaran allí la noche. Luego de estar un rato en casa de mi mamá y despedirme de mis hijas de manera muy emotiva, (están muy pequeñas y me daba temor de cómo reaccionaran viendo a mami parir así que desde antes habíamos decidido que no estuvieran presentes). David y yo nos fuimos a comprar algunos últimos detallitos para el gran momento, hasta pensamos en ir al cine pero no había nada bueno en cartelera, (por dicha).

De pronto sentí muchísima hambre, así que luego de comer algo regresamos a la casa, a eso de las 7:30 pm nuestra partera nos llamó y me aconsejó descansar y tratar de dormir para guardar fuerzas. Sin embargo, Dios tenía planeado que Samantha naciera pronto, a las 9pm en punto sentí una contracción un tanto más fuerte y me dije a mi misma, esta nena nace al alba, efectivamente las contracciones se fueron intensificando, me senté en la bola de ejercicios y entre cada contracción traté de dormir, pero ya no era posible, muy pronto se intensificaron, a las 10: 30pm me puse de pie, y en ese momento sentí como la cabezita de mi bebé empujó fuertemente y dije “WAO SERÁ MAS PRONTO DE LO ESPERADO”, así que le dije a mi esposo llámala ya! Él me dijo ¿y si es otra falsa alarma? Pero yo estaba completamente segura de lo que decía. Fue una montaña de emociones, lloré, oré muchísimo cómo quien más bien conversa entre llantos con alguien suplicando ayuda! Tenía las luces del cuarto muy tenues, trataba de concentrarme escuchando cantos de alabanza y de invocación a la virgen María, a quién pedía su intersección (ella pario en un pesebre claro que me entendía). 

En algún momento creí que tendría a mi bebé sin asistencia, porque realmente la sentía venir, por dicha al ser la media noche llegó mi partera y doula, mi esposo se apresuró a inflar y llenar la piscina de parto, todavía no nos explicamos cómo pero la logró llenar en 15 minutos, ya lista la piscina ingresé en ella, en realidad yo más bien estaba tratando de retener a la bebé ya que mi sueño era parir en agua, QUE GRAN ALIVIO!, en el agua la intensidad del dolor disminuyó en un 50%, era un momento hermoso, escuchaba los cantos, la luz tenue, sentía la presencia de mi esposo, su apoyo incondicional que fue clave en todo momento, la vigilancia profunda de mi partera, el soporte de mi doula, pero en ese momento éramos yo y Samantha las que hacíamos el trabajo, en realidad Samantha.

ConectándonosRecuerdo tratar de no pujar por mis fuerzas, más bien dejarme llevar por las sensaciones, sentir como era ella la que buscaba salir y yo simplemente dejándola, a su ritmo, recuerdo los pañitos de agua fría en la frente, masajitos con un aceite delicioso en la parte baja de la espalda, que me recordaban la presencia de otros en el cuarto, pero logré concentrarme en mí, repitiendo siempre en mi mente y susurrando “Jesús hijo de David, ten piedad de mí”, en esos momentos recuerdo ver unas “chispitas brillantes en el agua” como gajitos de limón, y pensé ya estoy alucinando, casualmente en ese momento la partera dijo “si ven como partículas blancas en el agua es el líquido amniótico”, pensé: excelente, reventé bolsa sin asistencia!!! Que maravilloso es mi cuerpo, Dios todo lo hizo perfecto!

De pronto y sin realmente darme cuenta, me voltee boca arriba, en ese instante dudé por un instante de mi misma, y de mi boca salió “ayúdenme no puedo…” recuerdo la voz tranquilizadora de mi partera diciéndome “sientes que no puedes porque estás cansada o porque tienes miedo” sentí ganas de llorar al responder “tengo miedo” y al mismo tiempo que ella me alentaba, me volví a concentrar, mi esposo con esa gran conexión que tenemos rápidamente me tomó por detrás como tratando de levantarme con fuerza, en ese momento el me dijo “mira la cabeza” yo pensé  ¿cómo la cabeza si no he pujado?

Te amamos Samantha

Pero efectivamente era la cabeza de mi bebé que se asomaba y solita se volteaba entreabriendo sus ojitos cruzó miradas con su papito, y en ese instante junto a un grito de mi parte pujé con todas mis fuerzas y finalmente a las 12:36 am del domingo 17 de febrero nació mi bebita. Rápidamente la recibí en mis brazos, un par de llantitos como para cumplir con el protocolo de respirar y luego se acurrucó en mi pecho como quien nunca se había separado de allí fue un reconocimiento instantáneo, y los siguientes minutos fueron mágicos y llenos de amor, paz, de enorme bendición, al fin teníamos con nosotros nuestra tercer angelita…rosadita y redondita como una manzanita!